lunes, 3 de noviembre de 2008

NERPIO, EL RUIDO Y LAS NUECES

Las nueces tienen un sonido como el de chorros de cascabeles graves derramados con delicadeza cuando se vacían en la cámara para que se oreen, se les da vuelta por la noche con ese ajetreo que retumba en el tejado dejando una música que es la sinfonía del otoño nerpiano. 
Las nueces de Nerpio, "denominación aborigen", son de un sabor exquisito, nada que ver con esas grandes y blancas que vienen de California y cuyo contenido tiene mucho que ver con la comida a que nos tienen acostumbrados los nietos del tío Sam. Nerpio es un valle rodeado de nogales, la temporada de las nueces era antaño tiempo de fiesta. Dejan caer la cosecha los nogales cada otoño con discreción, como si ya nadie diera importancia a este fruto nuestro. Las heladas, muchos años, se encargan a su vez de minar la ilusión de los "rebuscaores", especie en extinción para los primeros años del nuevo milenio. Si hay que golpear sus ramas, varear, con varas largas y resistentes se hace con dulzura, con cuidado para no perjudicar los brotes, los frutos del próximo otoño, pero ya casi no quedan "avareaores".

Su nombre científico lo emparienta con Júpiter "Juglans Regia" deriva de Ovis Glans, bellota de Júpiter, a quien estaba consagrado, quizá por ello nuestro pueblo creía que sus hojas libraban de los rayos, además de prever la locura. Los griegos lo relacionaron con el don de la profecía, Artemis Cariatis, la amada de Dionisios, dotada de gran clarividencia se transformó en nogal. Por sagrado para los paganos, no es extraño que todavía se desaconseje descansar bajo su sombra, pues puede producir neumonías, por considerarlo maléfico a pesar de cobijar, en el Cantar de los Cantares, fogosos amores bíblicos: "He de bajar al jardín de las nogueras /para ver florecer el valle / fuera de mi por la joya / me ha embriagado con tu dulzor".
Sin embargo las nueces eran benéficas. Su parecido con la cabeza humana "cuando mas pequeña es la nuez más sabor tiene", "no todas las nueces están llenas", la convirtieron en muy valiosa para la salud:
su corteza servía para las heridas del pericráneo, la película de la nuez semejante a la membrana del cerebro repelía los venenos y su almendra era el fruto de la ciencia. Guardaban la cordura amenazada y eran talismán contra maleficios. Símbolo del huevo cósmico, las nueces favorecían los partos, evitaban los abortos y se regalaban a las novias "lanza nueces al aire como las novias" (Virgilio), augurando con ello un futuro de abundancia que no sea más el ruido que las nueces.
En Taibilla donde siempre hubo más nueces que ruido, quedo el gran Planton del Covacho como monumento a la cordura, si ahora dice la ciencia que las nueces son buenas para el colesterol se puede suponer uno de los motivos para que muchos vecinos a pesar de tener una dieta basada, sobre todo, en la carne de cerdo durante años, llegaran a viejos sin demasiados problemas de salud.
Nada mejor para enriquecer la dieta que los alimentos más naturales como un buen cesto de nueces, no de esas blancas y relucientes americanas que brillan en los centros comerciales que saben a vacío, si pueden saboreen las nueces de Nerpio, alimento con sustancia, el sabor autentico de lugares como este pueblo de la sierra de Albacete donde la nuez sabe a tradición.

Pedro Serrano Gómez/Revista de Taibilla 1.999