lunes, 3 de noviembre de 2008

EL CINE AVENIDA

Los carteles que anunciaban las películas que se iban a emitir en el cine avenida se colocaban en la plaza del pueblo y en la calle El Partidor por la que se llegaba a la gran sala, eran grandes fotogramas 

sobre todo de películas del Oeste y de Tarzan, que animaban al vecindario para que acudieran a la sesión de los domingos. Lo regentaba "Manolo el del Cine" un empresario local adelantado a su época que llevo al pueblo varios artistas importantes del mundo de la copla y las variedades de aquellos años. 

El Cine estaba al lado del bar del Chato, desde donde por un agujero de la frágil pared que lo separaba se podía ver y escuchar algo de lo que pasaba dentro, ya fueran películas, teatro o la esbelta desnudez de alguna de las artistas del destape que llegaron con la transición, en el bar se hacia también la primera parada para abastecerse de frutos secos que no paraban de crujir durante las dos horas que duraban los aullidos del rey de la selva, ya en los últimos años de actividad al cine de Nerpio llegaron las primeras cintas eróticas de la democracia en pantalla grande que ruborizaron los ambientes más pulcros y conservadores del municipio, para entonces el chasquido impertinente de las pipas se fue convirtiendo en profundos suspiros de emoción contenida. El cine de Nerpio esta en la memoria de muchos con esa agradable sensación que dejan los buenos recuerdos de la infancia y los primeros escarceos de la adolescencia, cuando la luz se apagaba y dibujaba matices coloridos en la enorme sabana blanca.
 El cine era algo mágico e imprevisible capaz de mantener durante minutos con una sonrisa permanente de admiración al personal. Tenia butacas cómodas muy confortables y un gran gallinero donde se pateaba cuando se retrasaba el inicio de alguna película, mientras se coreaba a gritos con impaciencia la impertinente demanda "Que empiece ya, que el publico se va", algo que habitualmente ponía más nervioso al encargado del proyector con lo que la película se demoraba aun más y los gritos de desesperación se escuchaban en la calle de los Huertos produciendo un eco profundo que se deslizaba como un murmullo sobre la intermitente penumbra que la luz vieja desprendía en las desoladas callejuelas de Nerpio. En aquel gallinero del cine Avenida se consolidaron muchas amistades que después dieron sus frutos trayendo al mundo hijos de esta tierra que no tuvieron la suerte de tener un cine como aquel, con sus paredes insonorizadas de las que se caía a trozos el picapica que los mas traviesos esparcían sobre las parejas que abajo en las butacas se hacían carantoñas.

 El cine era grande y espacioso tenia una gran pantalla blanca con tonos amarillos donde llegaban como por arte de magia los destellos de colores desde la ventanilla pequeña del fondo del gallinero donde estaba el proyector. En la entrada había una estufa muy grande que caldeaba el ambiente en las frías tardes de invierno, impregnando la sala de un aroma profundo a leña y humo, allí muchos pudieron viajar con la imaginación cuando soñar comenzaba a no estar prohibido, el cine calentó los sentidos y trajo a Nerpio las primeras dosis de cultura vanguardista. El cine Avenida fue el primer gran auditorio de los mítines políticos de la transición rural Nerpiana, por su gran escenario pasaron como vedetes del destape, políticos provinciales ilustres que los vecinos escuchaban con esmerada pleitesía. Era la España del guateque y cubalibre de finales de los años setenta que en Nerpio termino el día que derribaron el cine, con sus escombros se fue nuestra infancia y con ella parte de nuestra inocencia.

Pedro Serrano Gómez (1997)