sábado, 25 de octubre de 2008

NERPIO, VIEJOS OFICIOS Y COSTUMBRES


Los viejos oficios de los pueblos, así como muchas tradiciones y costumbres se van quedando anticuadas o han desaparecido, las nuevas tecnologías han dejado muchas profesiones y faenas prácticamente olvidadas. Estos hábitos y labores hacen de Nerpio un pueblo variopinto, rico en costumbres y con una gran riqueza antropológica.
Algunas actividades que fueron de suma importancia para el desarrollo del pueblo en otros tiempos han quedado en desuso. Un claro ejemplo son los molinos de agua para cereales que fueron muy importantes antaño para la supervivencia, y sinónimo de desarrollo, hoy solo se conservan algunos intactos a lo largo del río Taibilla, con sus muelas, piedras e instrumentos necesarios, algunos en ocasiones aun siguen funcionando de forma esporádica. Seria conveniente que alguno de estos edificios fuera adquirido por alguna de las muchas administraciones para conservarlo como muestra del paso del tiempo y convertir alguno de ellos en museo.
En la agricultura casi desapareció la trilla, el grano volando en las eras en aquellas interminables tardes de verano es ya parte de la historia, así como los picarones "esparfollos" donde los mozos galanteaban en las trasnochas.
El arado fue la herramienta fundamental para trabajar la tierra, los burros, los mulos y las vacas dejaron paso a los tractores y la maquinaria en el campo. En Nerpio aun quedan bestias para la faena en la huerta. El tío Patricio, en la vega del Taibilla, sigue utilizando sus vacas para las labores agrícolas. Son los últimos campesinos del siglo XX, otro oficio que tiende a desaparecer. Los agricultores sufrieron la tardía llegada de la mecanización a la sierra, en este terreno frío y abrupto, las heladas y los bajos rendimientos han dejado sin cultivar extensiones considerables.
Quedan ya pocos hombres que trabajan el esparto, su recolección permitía el abastecimiento de recipientes para las tareas agrícolas. Algunos son verdaderos artesanos en la plaita, confeccionan espuertas, serones, forros de botellas y barjas para echar la merienda.
Otros oficios que están desapareciendo son los pineros y peladores, que abundaron en esta zona de montaña donde antes se realizaban cortas considerables de pinos. Quedan también cada vez menos "escardaores" de nogales, un oficio duro, difícil y arriesgado sobre todo en las grandes nogueras donde son pocos los que aun se atreven a trepar por sus ramas.
Otros oficios itinerantes eran los titiriteros, músicos y romanceros, que de vez en cuando visitaban el pueblo y aldeas. Los barberos también recorrían las pedanías para ofrecer sus cortes y afeitados. También están prácticamente desaparecidos aquellos afiladores que llegaban al pueblo anunciándose a gritos, recorriendo las calles en motos equipadas con todo lo necesario para afilar cuchillos, arreglar somieres o cualquier utensilio casero.
Los carpinteros y herreros tuvieron gran prestigio antaño pues de ellos dependía el buen funcionamiento de los instrumentos familiares y aperos de las bestias, hoy alguna de las fraguas cerradas son otros edificios dignos de conservación.
Por aquí hubo yeseros, tejeros y carboneros que desaparecieron con la llegada de industrias más innovadoras.
Otro de los recursos a los que se acudía en épocas de escasez de trabajo, era "la mata", recogida de plantas aromáticas en el monte como romero, espliego y "manisierva", que se destila en grandes calderas. Esta actividad aun se realiza sobre todo en verano en la época del espliego.
Los chalanes y recoveros eran vendedores ambulantes que a lomos de sus mulos o burros recorrían las aldeas vendiendo, cambiando y trapicheando con toda clase de géneros exóticos que no abundaban por estos lugares, llevaban noticias de un sitio a otro, como mensajeros y recaderos entre familias, cuando el aislamiento y la carencia de vías de comunicación impedía hacerlo por otros medios. Los marchantes siempre tuvieron fama de fabuladores. con el peligro de extinción de los burros y demás bestias este oficio se fue a pique, así como el de los esquiladores que con sus grandes tijeras trasquilaban a los burros en el camino del "Iangosto".
Esta es una tierra de pastores y agricultores, peones, albañiles y jornaleros. Los pastores empezaban generalmente desde pequeños y muchos se dedicaban a ello durante toda su vida. Un oficio donde no existen los días festivos y hay que aguantar las dificultades climáticas sobre todo del duro invierno. Pastores aun quedan muchos en Nerpio, junto a la construcción, esta dedicación ha sido una de las causas de que más gente no emigre fuera del pueblo. De la importante y numerosa diáspora Nerpiana que vive fuera, una gran parte trabaja en la hostelería, una dedicación que deberá crecer en Nerpio si se cumplen las expectativas del turismo rural.
En Nerpio la vida espiritual y las creencias tienen un sentido especial, era generalmente oficio de mujeres, hubo y quedan algunas rezadoras y sanadoras que curan el mal de ojo, la carne "corta" e incluso algunas infecciones, Había comadronas que asistían en los partos y madres de leche que amamantaban hijos ajenos, otras trabajaron sirviendo en casa de algún señorito. La mujer en el campo, como en la ciudad, siempre lleva la peor parte, además de la faena del hogar participaba también en las labores agrícolas.
Pero Nerpio aparte de pastores y agricultores, funcionarios y albañiles, ha sido sobre todo un pueblo de jornaleros que han tenido que emigrar en busca de sustento hacia otras tierras, muchas veces una misma persona, según la época del año, ejercía de segador en los campos de Albacete, vendimiador en tierras Francesas, o recolector de aceituna en Andalucía. Jornaleros de la sierra que han desarrollado su trabajo en condiciones duras y penosas para poder salir adelante. Oficios y costumbres de hombres sin historia que se levantan a una orden del sol y trabajan los campos en una labor silenciosa, cotidiana y constante, como sustancia del progreso, son la verdadera tradición, la tradición eterna ligada sin remedio a la tierra.

La Verdad de Albacete, Sábado 11 de Abril de 1.998
Pedro Serrano Gómez