martes, 26 de agosto de 2014

Fausto

Fausto
Este nombre dice mucho, personaje de la leyenda clásica alemana que vende su alma al diablo a cambio del conocimiento ilimitado y los placeres mundanos. El Fausto de Goethe y de Ch. Marlowe en la literatura, Fausto en la opera, en el cine, en el teatro, en música clásica... Fausto un nombre con antología, un nombre importante.
Aquí en Nerpio también teníamos nuestro Fausto, era Taxista y como en la obra de Thomas Mann músico, un trovador desde hace muchos años en los Animeros de Nerpio. Recuerdo que alguna vez hablé con él irónicamente de la importancia de llamarse así.
Si miramos en la enciclopedia el significado de esta palabra es también "fastuoso": 1- Lujo, ostentación y pompa. 2 -Feliz, dichoso, venturoso. Pues bien, además de su carácter fuerte y visceral ( que lo tenia ) se le podrían añadir algunos de estos adjetivos que bien describen a este noble conductor que cuando el volante le dejaba le gustaba cogerse el guitarro y echarse un "Palmero sube a la palma...
El día 17 del pasado mes de Julio me llego a través de las redes sociales, como no podía ser de otra manera en los tiempos que vivimos, la noticia de su fallecimiento. Después de la tristeza que esto provoca, cuando es alguien a quien conoces y aprecias, me vinieron a la memoria algunos recuerdos. Uno de los que me gustaría destacar en este pequeño homenaje es al músico alegre y amante de la francachela que siempre tenía alguna frase para comenzar la función aunque fuera simplemente; "Una Jotica nerpiana".
En el grupo de los animeros de Nerpio su estilo jovial, dicharachero y bromista ponía muchas veces el contrapunto a los excesos de celo y malas avenencias que solo el vino y sus ironías podían apaciguar.
Era una persona apreciada en Nerpio, cuando casi nadie tenía coche, llevó a muchos vecinos de un lado para otro durante mas de cuarenta años, eran tiempos en los que todavía había retratistas, barberos, herreros, zapateros, en nuestro pueblo Fausto era El Taxista.
Eso si un Taxista con un fuerte carácter y una gran nobleza, cuando algún otro conductor le pasaba o cometía, según su criterio, alguna anomalía comenzaba a vociferar un sainete de palabras políticamente incorrectas que contrastaban con su amabilidad con sus pasajeros para parar o acercarlos a cualquier lugar, cuando lo recuerdo no puedo más que esbozar una tierna sonrisa de complicidad.
La última vez que lo ví se estaba liando un cigarro de tabaco verde con un amigo mientras tomaban unos quintos en el bar, cuando se levantó para marcharse, con ese típico andar "semiencorbado" que tenía, nos dijo con ese inconfundible tono sarcástico y socarrón que le caracterizaba "Quedaros con Dios, que yo ya me voy".
Pedro Serrano Gómez


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