"En mis siete años de niñez, (que aún recuerdo bien), un día que se podía llamar de otoño, cuando los labradores ya empiezan a hacer la sementera con un tiempo bonancible del oeste; a las cuatro de la tarde de dicho día varias personas de las que se encontraban por la calle, observaron a una altura desconocida, (quizá de varios kilómetros), volar como una orza pequeña, tamaño de un balón, ancha de arriba y estrecha de abajo. Así eran los comentarios de los primeros que lo vieron, pero a cada instante, iba creciendo más y más, a medida que descendía hasta la tierra, hasta verse del tamaño de una tinaja. La gente iba corriendo la voz de uno a otro, hasta se echaban voces de un cortijo a otro, para que observaran lo que se veía en el cielo.
Últimamente cuando ya se abatía casi del todo, en un sitio llamado "Loma de Virlache"; se encontraban unos labradores, que ya se habían dado cuenta de aquel artefacto, y del que colgaban unas cuerdas largas y gruesas de algodón, que empezaban a arrastrar por el suelo. Estos labradores (Antonio Ruíz y Eufrasio González) echaron a correr tras el aparato cogiendo las cuerdas y dándole vueltas a unos enebros grandes que al paso se encontraban; pero la fuerza del viento que dentro llevaba y en el que en el campo hacía, arrancó de raíz dichos enebros, y el globo (que eso era, el artefacto), siguió con su fuerza arrastrando las matas, hasta que llegaron a unos pinos grandes y allí empezaron a liar las cuerdas, a dichos pinos, en el sitio llamado: Poyos del Majal de Guillén.
Terminada esta faena y el mucho trabajo, empezaron a revisar lo que había dentro de la canasta, que era de mimbre blanco como de un metro cuadrado, la cual iba unida a un redondo anillo, unida a la parte inferior del globo por una cuerda de algodón, haciendo un enrejado de cuadros; por la parte de fuera llevaba colgados aun varios sacos de arena de unos diez kilos. Pero al asomarse, dentro de dicha canasta se encontraron sentado, debido a la poca anchura, un hombre que estaba muerto; llevaba una careta y un aparato con oxígeno, pero debido al exceso de altura el oxígeno se le terminó y murió asfixiado."
Verónico Martínez García