El amigo de mi amigo dice que las tortas fritas del martes de reventón es lo único que queda del viejo carnaval, esta afirmación me llega un día después de que mi hermana me mandase un enlace sobre las tortas fritas el pasado martes de reventón preguntándome si me acordaba y claro me vinieron muchos recuerdos de esa época cuando éramos niños y mi madre las hacía y como las devorábamos hasta, como dice la tradición, "reventar".
Esa exclusividad de algunas comidas y postres caseros que se hacían en una época determinada y que ya seguramente no volvíamos a probar hasta el año siguiente con lo cual las pillabas con unas ganas que te hartabas.
Me pasaba también en la pascua sobre todo con los suspiros, mi madre que ya me conocía bien, tenía que esconderlos encima del armario de su habitación o en otros lugares que yo siempre descubría para comerlos con ansia y voracidad como si no existiera un mañana, por lo que la canasta llena de aquellos deliciosos dulces blancos jorobados con almendra estaba ya vacía cuando venían los reyes magos por el Macalón, comiendo morcilla y cagando morcón, a los que esperábamos con una espuerta de paja debajo de la chimenea.
El carnaval empezaba con las tortas fritas, los buñuelos y las barrigas de vieja, lo de los disfraces llegaba después. En Nerpio en los últimos cincuenta años siempre hubo tradición de disfrazarse, en aquellos años setenta y ochenta cuando éramos críos muchos con la cara tapada y con la cantinela "Que no me conoces, que no me conoces" dando algún que otro garrotazo por las calles, hasta los disfraces en grupos y con mucha participación como en los últimos años.
Recuerdo que la peña escorpión ganamos varios premios a principios de los años noventa cuando nos disfrazamos de trogloditas o de negros de la selva, cuando empezaron a organizarse y se hacía como ahora un pasacalles por todo el pueblo. Un año hasta representamos el viaje a Francia a la vendimia, con las maletas de madera, en un tractor simulando la llegada a Béziers mientras los patrones nos esperaban en la plaza para recoger cada uno a su cuadrilla. Otro año que nos disfrazamos mis amigos Gerardo, José Juan "El Rojete" y un servidor de “mejicanos” con unas jarapas, lo bien que lo pasamos aquel día y lo que nos reímos.
El año que mencionaba de los trogloditas llevábamos colgados los huesos de un caballo muerto y unas porras de plástico, cuando ya por la noche la cerveza y los cubalibres habían hecho el efecto pertinente nos golpeábamos con aquellos palos de goma en la cabeza con una fuerza que a veces caíamos al suelo entre risas y mareos.
El onírico sabor de las tortas fritas me han trasladado a estos recuerdos del carnaval al lugar donde, y sobre todo cuando, fuimos muy felices.
Pedro Serrano Gómez (2.025)